Arroyomolinos, Nuestros Pueblos

LA SORPRESA DE ARROYOMOLINOS . Recreación Histórica en la comarca de Montánchez

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La localidad de Arroyomolinos conmemorará esta batalla histórica los próximos 28, 29 y 30 de octubre.

Esta localidad de poco más de 800 habitantes tiene un lugar en la Historia de España y ha sabido rescatar ese lugar y darlo a conocer con la recreación de esta batalla, para ello, gran parte del pueblo se implica en el evento.

Mas de 400 personas reviven cada año la victoria del ejército aliado anglo-hispano- portugués, bajo las órdenes del General Hill, frente a las tropas francesas del General Girard.

A la población arroyomolinense se suman asociaciones recreacionistas de otras localidades como la Albuera o de la vecina Portugal.

Cada ejercito participante marca sus características en la diferente indumentaria que lucen: regimientos ingleses 28 y 34 con cuello amarillo, regimiento inglés 50 con cuello negro, regimientos de escoceses, con sus correspondientes faldas, tropas portuguesas en color marrón, las tropas españolas en azul y blanco; mientras que las tropas francesas lucen trajes de azul oscuro y blanco. Y entre todos ellos, portan y disparan más de un centenar de armas de fuego.

Son miles los visitantes que cada año se acercan a disfrutar de esta exhibición y el efecto Sorpresa vuelve a asomar a los rostros de grandes y chicos.

Recordando nuestra Historia

“La sorpresa de Arroyomolinos” tuvo lugar el 28 de octubre de 1811

En ese otoño de 1811 en que los efectos de la guerra fueron particularmente adversos en nuestra comarca, la ocupación francesa de Extremadura iba camino de cumplir su tercer año.  

En una tierra castigada por la inclemente sequía, a medio camino entre Madrid y Lisboa -y, por tanto, geoestratégicamente clave en el desenlace de lo que inicialmente fuera considerado por Napoleón como la Guerra de Portugal, y sólo desde 1810 como una Guerra Peninsular-, las requisas de víveres y exacciones pecuniarias, amén de las represalias, habían sumido a la población en el hambre y el miedo más atroz.

Hay cierto consenso en admitir que no debieron tener los franceses más remedio que afrontar el problema que suponía la acuciante falta de alimentos, y que, en ese estado, trataron de encontrar en los campos de cereal de la penillanura cacereña una posible solución. Más dudas surgen a la hora de afirmar si, además, esa maniobra fue acompañada de otros objetivos militares.

Sea como fuere, a la penillanura fue enviado el general Jean Baptiste Girard, que partió el 10 de octubre de Mérida con el fin inmediato de obtener algunos recursos y ocupar temporalmente la ciudad de Cáceres, no siendo el mejor momento para cumplir esa misión. Mientras, las dos divisiones francesas dejadas al mando de Drouet se encomendaban a la difícil tarea de cubrir el extenso frente que iba desde Sierra Morena hasta el Tajo.

Tal vez fuera la contramarcha de Drouet desde Mérida a Zafra, acontecida a la par de la marcha de Girard hacia el norte, lo que propició que Castaños, dada la disgregación de las fuerzas intrusas, vislumbrara la posibilidad de asestar un golpe decisivo a las tropas francesas y adoptara finalmente la decisión de hacerlo.

La entrevista de Castaños con el alto mando inglés, consiguió que avanzase el general Hill a cooperar en la ofensiva planeada y se reuniese (en Aliseda, entre el 24 y el 25 de octubre) con la división del brigadier D. Pedro Agustín Girón, los guerrilleros de D. Pablo Morillo, los jinetes del conde de Penne Villemur y la pequeña y estrafalaria hueste -la Leal Legión Extremeña– del aguerrido coronel D. Juan Downie.

Desde esa fecha, la ofensiva aliada comenzó por hostigar en Arroyo del Puerco -hoy Arroyo de la Luz- y Malpartida a los franceses de Girard, aislados y muy distantes de lugar seguro, que en retirada abandonaron el día 26 la plaza de Cáceres, azotados por un incesante temporal de lluvia y viento, con la intención de reunirse cuanto antes con el ya lejano grueso de su ejército.

Girón y Hill, informados de la localización del enemigo hacia Torremocha, se lanzaron en su persecución hacia el sureste por caminos distintos, reuniéndose ambos en Alcuéscar al anochecer del 27 de octubre.

La victoria aliada en Arroyomolinos se argumentó en su notoria superioridad numérica sobre el enemigo (que andaría en el orden de magnitud de unos 12.300 aliados, frente a 4.400 franceses), en las condiciones meteorológicas adversas (el referido temporal de viento y lluvia, además del frío y la niebla), y en lo sorpresiva de la intervención. Una sorpresa cimentada a su vez en la decisión, la rapidez y el secreto.

A las dos de la madrugada se pasó la orden de formar con armas en las afueras de Alcuéscar; encontrándose ya a las siete de la mañana todas las columnas atacantes, sin haber sido descubiertas por los franceses, en la hondonada formada por un pequeño afluente del río Aljucén, a medio cuarto de legua de Arroyomolinos.

El sorpresivo plan de Hill consistió en acomodar sus fuerzas a las imposiciones de una fisiografía y unos caminos que, de no haberse tenido en cuenta, podrían haber facilitado la huida del enemigo en varias direcciones.

En síntesis, una columna anglo-luso-española con infantería y artillería avanzaría frontalmente desde Alcuéscar hacia Arroyomolinos, marchando sigilosamente por el camino que une ambos pueblos. Una segunda columna, con la caballería británica en el flanco izquierdo, infantería aliada y la caballería española en el otro (de Penne Villemur), se dirigiría al costado derecho, con la intención de cortar una posible huida enemiga por el sur a través de los caminos hacia Medellín o Mérida; o incluso por el nordeste hacia Trujillo. Finalmente, una tercera columna de infantería española (con D. Pablo Morillo), en el flanco izquierdo de la formación, atendería -en nuestra opinión- al control del camino de Albalá y Torremocha, posible eje de una fuga a la desesperada en dirección al norte.

En las afueras de la plaza francesa permaneció Girard ajeno a estos preparativos, enviando hacia las 6 de la mañana una brigada, comandada por Remond, hacia el sur por Medellín -que pasó inadvertida para los aliados- y organizando la marcha posterior del resto de las tropas, con el objetivo de alcanzar cuanto antes al grueso de su ejército. Pero, de un modo absolutamente imprevisto, el enemigo se le vino encima

El desenlace de los hechos es bien conocido: tras el ataque, la persecución de unos 350 soldados, que acompañaban a Girard, desde los riscos y aledaños meridionales de la Sierra de Montánchez hasta las inmediaciones de Santa Ana; y de otros números franceses hasta Mérida y Almendralejo. Aunque siempre difíciles de corroborar, los partes de guerra españoles hablan de 20 muertos (que unir a las 68 bajas británicas) y 100 heridos entre nuestras tropas; y de cifras cercanas a los 400 muertos -entre ellos tal vez el general de brigada Dembousky y otros 20 oficiales- y 1.400 heridos entre las francesas.

Ello implicaría que sólo unos 400 soldados franceses se salvaron de la prisión o la muerte, escapando entre ellos el propio Girard los partes hablan del abandono de dos cañones, obuses, un carro de munición con sus seis mulas, la bandera del regimiento 40, además de otra cogida por las tropas inglesas, un águila (que hasta el momento no se había podido encontrar), todos los equipajes, bagajes…;

Todavía se exhiben con orgullo, por su valor simbólico, algunos de los trofeos arrebatados a los franceses, como los afamados french drummers recuperados por las tropas británicas del Border Regiment -custodiados en su Museo del Castillo de Carlisle- que tienen a bien mantener en su insignia, hasta el presente, la divisa “Arroyo dos Molinos” que recibieran como recompensa de guerra.

Extracto de “La sorpresa de Arroyomolinos (28 de octubre de 1811) y Francisco Pérez Pavón: una perspectiva desde su bicentenario”. Ignacio Pavón Soldevila. Dpto. de Historia. UEx. Revista de Estudios Extremeños, 2011, Tomo LXVII, Número I, pp. 97-158