Benquerencia, Opinión

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Es encomiable de qué forma algunos alcaldes se enfrentan, desde sus cargos, a las amenazas de la despoblación y a los diversos riesgos de identidad y continuidad de sus respectivos pueblos.

Es este el ejemplo de Benquerencia, una de las cinco poblaciones extremeñas con menos de cien habitantes, que ha de luchar contra las adversidades que supone encarar, con tan reducida población, los derechos a una completa asistencia sanitaria, bancaria, educacional, etc. Pero es en esta deficiencia donde estos alcaldes se crecen, “removiendo Roma con Santiago”, para tratar de paliar estas carencias con su fe, empuje, conocimiento y tesón, en la certeza de que “menos es más”, como sentenció Mies van der Rohe, el gran arquitecto de la Bauhaus.

Recientemente se ha producido un hecho que es ejemplo de ello, y que atañe en primera persona al autor de estas líneas. Conocedor de la renovación que subyace en toda iniciativa, Alberto Buj, como alcalde, ha emprendido una campaña cultural de señalización de Benquerencia como centro literario en Extremadura; y para ello sirvan, entre otras, las citas de concienciación del “estremeñu”, con su recital de flamenco en esta lengua, o los diferentes actos de lecturas y encuentros literarios ya realizados.

El pueblo, ya hermoso de por sí al hallarse enclavado en plena dehesa, se ha visto beneficiado por iniciativas municipales –como la profusión de plantas y flores, el nuevo alumbrado de sus edificios más señalados, la creación de rutas senderistas, etc. Pero es dentro de ese discurso literario que se ha decidido crear una nueva faceta para introducir a las artes plásticas en este proceso de embellecimiento y actualización. Consciente la alcaldía de que este distintivo literario puede crear esa diferenciación y personalización del municipio, fui llamado por la corporación para aportar, como artista plástico, mi granito de arena a esta loable iniciativa, a sabiendas de la cada vez mayor cantidad de pueblos que se afanan en embellecer sus calles con murales. Pero es el hecho de esta ya señalada vertiente literaria, ese sesgo intelectual, lo que más me atrajo de la iniciativa puesto que, en efecto, crea esa diferenciación con todos los demás.

Tras un año de preparativos y varias semanas de trabajo conviviendo con los vecinos de Benquerencia, recorriendo sus calles, conociendo sus oficios y sus expectativas, admirando las imágenes y los frescos de la ermita del Cristo del Amparo –una de las 7 maravillas de la comarca—, visitando su puente romano, paseando por los cercados con el noble burro y la sencilla oveja, escuchando el croar de las ranas en la charca vecina, admirando ese cielo estrellado que deja ver la Vía Láctea y, en fin, alternando con los vecinos en un intercambio humano de ideas y también –por qué no— de vinitos y cervezas, he podido tomarle el pulso a la forma de vida de un pueblo de menos de cien habitantes donde, si bien faltan cosas, reina el único vecino que no está empadronado: el encanto de sus gentes.

Es, por ello, que el trabajo que allí me ha llevado, más que pintar un mural, ha sido señalar un camino el cual, finalmente, me lo ha marcado Benquerencia a mí, puesto que el proyecto recogía la idea de trazar una senda que fuese el comienzo y el desarrollo de un recorrido vital a través de las directrices establecidas por las citas literarias, fundamentos del tema. Un camino iniciático –como en el juego de La Oca— donde el espectador pudiese pasear dirigido por sugerencias temporales, espaciales y direccionales indicadas por los tres muros y el suelo intervenidos;

Es decir, aquéllo que J.E. Cirlot llamaba

“el avance de un estado natural a un estado de conciencia por medio de una etapa en que la travesía simboliza justamente el esfuerzo de superación y la conciencia que lo acompaña”

De esta forma, dentro del juego mental que la obra plantea para implicar al espectador –incluido la omisión del nombre de los autores de las citas literarias, los cuales de todas formas figuran en forma de acrósticos— este juego se ha visto ampliado al atrapar al propio autor en su engranaje, puesto que esa senda, que yo mismo proponía, me ha atrapado el alma durante la ejecución del mural. Y ello no ha sido tanto por la implicación, como autor, con mi propia obra cuanto al trato diario con las gentes del pueblo, que han ido conformando una relación imperecedera en el corazón y en el recuerdo.

Escrito en Benquerencia, el 30 de junio de 2022. Hilario Bravo